Una casa para el abuelo
Grassa
Toro/Isidro Ferrer
Libros
del Zorro rojo, 2014
+6
Hoy
en día la muerte suele ser algo que ocurre fuera de casa. Queremos
separarnos de ella lo más posible, pedimos a otros que se encarguen
de todos los trámites y, por supuesto, intentamos ahorrar o, al
menos, dulcificar el mal trago a los más pequeños.
En
Una casa para el abuelo no ocurre nada de esto. Al morir el
abuelo su hija, su esposa y sus nietos buscan un lugar para
enterrarle. Eligen un pueblo alegre, vivo y rodeado de girasoles. Y
allí, donde descansa el abuelo, ellos levanta su casa y viven todos
juntos, “cada uno a su manera”. Todos participan en el entierro y
en rehacer la vida sobre el recuerdo del abuelo. No hay ocultación.
Ya se encargan de mostrarlo las ilustraciones de Isidro Ferré,
expresivos collages que mezclan dibujos bastante geométricos y
fotografías de personajes hechos con objetos de lo más variopinto.
Las imágenes transmiten una vitalidad y alegría que pudiera, en
una primera lectura, chocar con el tema de la historia. Pero este es
un libro que merece una visión pausada y detallada. No en vano, este
trabajo le valió al ilustrador el Premio Nacional de Ilustración
2006.
Con
sencillez y naturalidad, el cuento nos muestra la conexión entre lo
vivo y lo muerto, cómo la vida se hace sobre los recuerdos, sobre
las vidas de otros que nos han dejado su amor y sus historias antes
de irse.
La
familia de este texto
no solo acoge la pérdida del abuelo, sino que la integra en su vida
cotidiana como algo fundamental. Edifica sobre ella. De esta manera,
quien se ha ido está siempre aquí.
Una
casa para el abuelo
es un cuento
en el
que el pasado se muestra como los cimientos del presente, donde
el abuelo permanece a través de las ilustraciones que nos lo
muestran vivo, sosteniendo el hogar, y en las historias de la abuela
que, a veces, no puede evitar contarlas con voz de hombre.
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